miércoles, 17 de septiembre de 2014

LA NIÑA Y SU HERMANO JUSTICIERO

Las noches de insomnio son esas, a las que los fantasmas del pasado tienen el gusto de venirte a visitar, llevan como tarjeta de visita, remordimientos, reproches y melancolía que mantienen el alma en completa indefensión, llegando incluso a poner a nuestra mente en un estado de vigilia y estupor.

Esta última madrugada me vino a visitar una historia de niño, que ya casi había olvidado, por que como ya sabéis, la mente aparte de ser económica (olvida lo que no usa), también olvida los episodios dolorosos, mucha gente incluso tiene que visitar al psicólogo para recordar un hecho de la niñez que le causo incluso un trauma.

Como yo para eso de los traumas tengo un imán y provengo de una familia con muchos, me he propuesto hoy espantarlos decididamente, ¿como? Contándolo, escribiéndolo, para que si alguien no lo ha vivido o le ha pasado lo mismo o parecido, pueda sacar provecho de esta experiencia, si se puede.

Yo, como mucho niños de la época del “Baby Boom” español, pase la transición política española, como un Via Crucis por diversos sistemas educativos, desde el modelo anterior a la democracia donde se ofrecía castigo físico a los que no avanzaban, hasta la LOGSE, que Dios la tenga en su gloria, y mal día la hora en que apareció, pues de este polvo vienen estos lodos.

Tuvieron la caridad mis padres, de sacarme de un colegio nacional llamado República de Panamá, que aun existe, en el cual conocí, varios métodos de castigo en caso de no realizar los deberes correctamente, uno la regla y otro un palo alargado, con los cuales golpeaban según el profesor de turno, con fuerza la palma de la mano hasta ponerla de rosado fuerte y un escozor sin cuento.

También tuve en este colegio República de Panamá, un profesor de lenguaje, de cuyo nombre no quiero acordarme, que cuando sacaba a los alumnos a la pizarra, tenia no se si la sana costumbre, de cepillarse los zapatos, los cuales ciertamente siempre los tenia muy brillantes, pero el problema no estaba ahí, en el cepillado, sino que cuando un alumno se equivocaba hacia juntar las puntas de los dedos de la mano hacia arriba y golpeaba con fuerza medida con la madera del cepillo en nuestras tiernas puntas de los dedos, ya procure yo que me sacara pocas veces a la pizarra.

Fue terminar cuarto y salir de aquel Colegio Nacional Panamá no voy a negar que con gran alegría, para entrar en uno llamado XXV Años de Paz que se hallaba enfrente, colegio que estuvo derruido, reconstruido y vuelto a derruir, que luego fue llamado Pau Casalls y ahora es el solar de un centro social integrado, como ven todo esta ya planificado.





El antiguo colegio XXV Años de Paz luego Pablo Casal fue demolido, ahora es el centro social integrado Pablo Casal, en la imagen.

En este colegio el XXV Años de Paz curse hasta octavo curso de la antigua EGB, con no muy buen éxito, ya que aunque podríamos achacar el ambiente del barrio en el que vivíamos, que se convirtió o le convirtieron en marginal y violento, llegar a culpar a este como la causa de mi fracaso escolar me parece sumamente exagerado, ya que a mi me ha costado siempre mucho estudiar, aunque no descarto, que otro ambiente mas favorable y otro espíritu, me hubiera ayudado mas a mis fines.

Bien, pues siguiendo el relato, al poco tiempo de cursar en el centro XXV Años de Paz, mi espíritu estaba bastante exaltado, creo que si hubiera conseguido mantener esas ganas de luchar, hubiera conseguido mucho, pero un día estando esperando a mi hermano en el pasillo del centro frente a su clase, una niña, creo que con faldita rosa y lazitos, se colgaba de una puerta corredera de una de las aulas jugando en vaiven y yo siempre precavido viendo que la niña podia caer o que la puerta se le podia venir encima de ella le recrimine su conducta posiblemente de forma muy altiva, pero eso si nada violenta, la niña asustada me miró disgustada y se marchó.

Paso tiempo, no se cuanto, no le recuerdo bien, lo que si recuerdo es, que me olvide completamente de aquella almibarada pero impertinente niña y disfrutaba tranquilamente jugando en el recreo del colegio repleto de niños a mi alrededor, hasta que de repente aquella niña volvió a aparecer con una cara de ira y eso si acompañada de su hermano, un hermano mucho mas mayor que yo con diferencia me pareció un gigante, me señalo con inquina, y dijo; ese, en ese momento todo paso por mi mente e intente explicar al “guardaespaldas” de su hermana que yo, no había agredido a su hermana en absoluto, entre mis balbuceos, sin mediar palabra, fueron a parar a mi cara un par de puñetazos, si, no exagero, puñetazos, hasta el punto de empezar a sangrar por la nariz. Tras los golpes, vino la advertencia, “no vuelvas a pegar a mi hermana”, dijo con resolución, “yo no he pegado a tu hermana” le conteste, mientras el me daba la espalda mientra la funesta niña de los lazitos le agarraba del brazo alejandose.

No recuerdo mas que llanto por la humillación, sangre y una profunda indifensión pues no vino ni un solo profesor a ver que había pasado y tras el colegio al llegar a casa, al comentarle a mis padres lo que había pasado lo consideraron un pelea de niños que no tenía la mas mínima importancia.

Al día siguiente tuve que ir al colegio de nuevo, aterrorizado claro esta, pero mi alma nunca más fue la misma, percibo ese instante como el triunfo de una mentira, una injusticia y espero que a aquel bravucón que pudo golpear valientemente a un un niño más pequeño que el, encontrara a un joven de su talla que le diera de su misma medicina.

De todas formas de esta experiencia saque las siguientes conclusiones:
1º) Cuando recrimines un comportamiento de alguien, tengas razón o no, hazlo con educación.
2º) La mujer mas elegante puede ser una verdadera bruja mentirosa.
3º) Para imponer la razón (con o sin violencia) tienes que tener un amigo mas fuerte y grande que el de tu enemigo.
4º) La civilización humana se basa en la mentira en un gran porcentaje
5º) Y ultimo, que la rabia por la humillación no te haga nunca perder la perspectiva de la justicia.


PD: Quiero de todas formas agradecer a todos los profesores sobre todo en mi última etapa de formación, algunos de ellos ya jubilados, su muy valiosa ayuda, supieron valorar el fruto de mi trabajo y mi sacrificio, gracias a ellos mi vida no seria la que es.