jueves, 21 de marzo de 2013

LA CERDA Y LA PROCESIÓN

El pasado día 19 fue el día del padre, y aunque yo no tengo a mi padre, ya que falleció ya para casi 5 años, recordé una historia que ha pasado oralmente en mi familia como una anécdota digna de una película italiana de Bertolluci.

Estaba mi abuelo destinado en un pueblo de Andalucía del que no recuerdo el nombre y la Guardia Civil durante la posguerra de nuestra guerra "incivil", sobrevivía a base de mucha imaginación y de la utilización de todos los pertrechos y vituallas posibles que el medio donde se hallaban les podía suministrar. En el caso de Andalucía, el aceite y la cría de ganado porcino era una de las herramientas para mantener a los guardias y a sus familias, que mas mal o mas bien subsistían en depauperadas casas cuartel, a veces con una infraestructura mas del siglo XIX que del XX, situación que aun en algunos lugares se produce en la actualidad.

Mi padre, como niño que era, mimaba a una cerda a la que los guardias habían habilitado una corraleta en las caballerizas del cuartel y el animal dado el cariño que le profesaban, devolvía ese cariño de manera muy efusiva hasta limites sorprendentes.



Se celebraba en el pueblo una procesión, no se si era Semana Santa, el pueblo bullía de gente y fue en esto que los críos del cuartel de los que mi padre ya me comentó su extrema crueldad, debieron estar jugando con el animal y el azar condujo a que alguien dejara el portón de la corraleta de la cerda abierto, con lo que el animal marchó a su libre albedrío a buscar a la persona que mas le quería.

A la cabeza de esta procesión se encontraba mi padre sosteniendo la cruz, como buen monaguillo que era, contribuyendo con religiosa devoción al evento en cuestión, no se podía imaginar lo que en breves momentos le iba a suceder.


Transcurría la procesión sin inconvenientes hasta que llegada a una calle, la hembra porcina que vagaba sin rumbo por el pueblo se percató de la presencia de mi padre y el animal perdido se fue querencioso hacia el ser que mas afecto le había demostrado, restregándose bajo las faldas de monaguillo de mi padre, entre la algarabía y el bullicio de la gente del pueblo.

Llegado este punto mi abuelo hizo todo lo posible para llevar a su corraleta al porcino animal no sin mucho trabajo y en la memoria de mi padre siempre quedaría este curioso y rocambolesco suceso que aunque en el momento le causo susto y vergüenza, con el tiempo esta aventura porcina nos hizo pasar muchas risas y muchos buenos momentos con su relato.